Testimonio de Enrique Amarillo: la importancia de la salud mental para una vida plena

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“El dolor mental es menos dramático que el dolor físico, pero es más común y también más difícil de soportar.”

Esta frase es del escritor británico C. S. Lewis y refleja a la perfección la importancia de cuidar nuestra salud mental.

Y es que esta es la base de todo.

De la salud mental depende que nuestra vida se desarrolle favorablemente y que podamos crecer y ser felices.

En la Red Sanamente tenemos esto muy claro.

Ese es nuestro lema: la salud mental es muy importante para lograr una vida plena.

Sin embargo, a menudo nos encontramos con que la salud mental no está tan valorada como debiera en nuestra sociedad. Se le resta importancia o no se le destinan recursos.

Es una lástima, porque una sociedad justa y funcional, depende absolutamente de la salud mental de sus individuos.

Así que, para visibilizar el valor de los servicios enfocados en la salud mental, hoy traemos un caso real.

Un testimonio de Enrique Amarillo, un gran tipo cuyo camino se cruzó con el nuestro para que juntos pudiéramos avanzar y desarrollar un proyecto de vida.

Ha sido todo un placer conocerle. Aquí te dejamos su historia, contada con sus propias palabras.

Una vida de altibajos con dos subidas al cielo y dos caídas al infierno

Me llamo Enrique, tengo 55 años y llevo desde que tenía 17 con problemas de salud mental.

Hoy quisiera hablarte de ello, de mi caso personal y particular, y voy a hacerlo como alguien que ha sufrido y que también ha hecho sufrir, sin edulcorar ni quitarle importancia a todo lo relacionado con la salud mental.

Mi primer brote depresivo lo tuve cuando estaba haciendo el servicio militar.

Fue horrible. Tuve un brote con ideas de suicidio. Lo intenté varias veces, pero siempre ha habido un ángel a mi lado para evitarlo, por así decir.

Mi ángel en Canarias (que fue donde hice el servicio militar) se llamaba Sor Esther. Una monja que se hizo cargo de mí.

Por aquel entonces yo llevaba mucho estrés, no podía descansar bien por las noches y estuve seis o siete noches sin pegar ojo. Comencé a detectar que algo me sucedía.

El diagnostico fue depresión bipolar, ideación suicida y estrés negativo.

Pero antes de seguir, me gustaría contarte como era yo antes de llegar a ese punto.

1. Una infancia feliz y un futuro radiante

Sí, considero que tuve una infancia feliz.

Conforme crecí, pasé de los estudios y a los 14 años ya estaba trabajando.

Fueron tres años muy buenos, de pura felicidad. Todo iba bien: tenía un trabajo que me ilusionaba e incluso una relación con una chica que podría llegar a algo más con el tiempo.

Pero, como si de un castillo de naipes se tratara, todo se vino abajo cuando tuve que ir a realizar el servicio militar.

2. Mi estancia en Canarias y la vuelta a casa

Me resultó muy difícil aquella estancia en Canarias. El servicio militar no me hizo ningún bien, solo quería que terminara.

Sin embargo, todavía lo peor estaba por venir: al regresar a casa estuve nueve meses en cama.

Sufrí mucho.

Todas las mañanas mis hermanos me animaban a salir, a que retomara el trabajo y que empezara a disfrutar y a vivir.

Fue duro ver sufrir a aquellos a los que más quería.

Pero bueno, todo llega y se pasa.

3. Remontando poco a poco

Después de nueve meses así, siempre lo recordaré, vino a visitarme un amigo de la infancia.

Un día vino y me dijo “venga vamos a tomar un café”.

Me levanté de la cama y me fui con él y a partir de ahí empecé a sentirme mejor.

Después de esto vinieron unos años buenos y brillantes sobre todo en el trabajo. Mi jefe, que también fue mi maestro, apostó por mí y no me despidió. Se lo agradeceré de todo corazón toda la vida. Más que un jefe llegó a ser un padre para mí.

Me hice un maestro en mi profesión, mi primer jornal fueron 500 pesetas (3 euros).

Fueron tiempos muy felices. Siempre me ha gustado trabajar y por aquel momento se juntaron tres factores importantes; mi ilusión, mis sentimientos hacia el trabajo y los mejores maestros.

Recuerdo que mi hermano (que también trabajaba conmigo) y yo nos pasábamos largo rato hablando del trabajo.

Pero a pesar de esto mi vida social era nula: del trabajo a casa y de casa al trabajo.

Llegaba el viernes y hasta el lunes no volvía a salir de casa.

En este periodo comencé a tontear con las drogas, y es que era la única forma de encontrarme un poco mejor.

4. Un mundo oscuro y un cerebro con forma de corazón

Me metí en un mundo muy oscuro, pero a la vez encontraba fuerzas y felicidad para poder ser alguien y enfrentarme a la vida.

Esto solo lo hacía los fines de semana, entre semana mi droga era el trabajo.

Pasaron unos años de consumo continuo y, aunque en algún momento tuve alguna recaída de mi problema de salud mental, no eran muy importantes.

Comencé a acudir a una asociación que formamos en Elda.

Allí conocí a una chica muy hermosa y me enamoré perdidamente de ella.

Por entonces había dejado de consumir.

Aquí es importante aclarar que yo pienso y siento con el corazón, y esto lo sabe de sobra mi psiquiatra y mi psicóloga.

Siento más con el corazón que con la cabeza y esto dependiendo de la ocasión puede ser mejor o peor.

El caso es que empecé a abusar de pensar únicamente con el corazón, lo que me llevó a no dormir y derivó en otra recaída.

Fíjate como fue la recaída que yo me creía Jesucristo y lo vivía realmente.

Para que te hagas una mínima idea de cómo va la cosa: vives en un mundo que no existe, uno que crea tu propia mente.

Me recuperé en un par de semanas, volví al trabajo y de nuevo al mundo de las drogas.

5. ¿Y ahora qué?

Vivo en un lugar muy pequeño donde somos unos 80 vecinos y todos conocen mi problema de salud mental, con esto quiero decir que nunca lo he ocultado, que vivo a gusto y que intento vivir el día a día y ser lo más feliz posible.

De hecho, me encanta hacer amigos.

Aquí conocí a una familia de ingleses; Peter y Carol que vinieron a vivir a donde yo resido. Venían de Australia

Sin previo aviso, de repente, en ese momento comencé a tener paranoias de grandeza y me metí en el papel de un príncipe inglés que se iba a casa con Royna (que así se llamaba la hija de Peter y Carol).

Siempre, por supuesto, sin ser consciente de lo que me estaba pasando.

Al final tuve que ingresar en Santa Faz y lo que viví allí daría para otro artículo.

Así llegué hasta los 37 años teniéndome que jubilar de forma anticipada debido a mi problema de salud mental . Entonces, no paraba de hacerme una y otra vez la misma pregunta: ¿y ahora qué?

6. Conociendo a la Red Sanamente: un viaje a Granada y el principio de una superación

Tal como estaba me preguntaba si mi mundo era el trabajo.

Por aquel entonces falleció mi padre y mi hermano me pidió que no volviera a consumir nunca más. Y desde entonces ya no volví a consumir.

En aquella época mi madre fue diagnosticada de un cáncer con metástasis. Cuidé de ella hasta verla apagarse como una vela. Fue duro, pero me dejó mucha paz y algo que me ha servido de mucho.

Soy muy creyente y mi madre me dejó una estampa de Fray Leopoldo que se ha convertido en mi protector.

Me ayudó en un momento donde tuve otra recaída motivada por un problema de apnea del sueño y de oxígeno, empecé de nuevo a no dormir y volví a encontrarme muy mal con ideas de suicidio que afortunadamente no consumé.

Mi psiquiatra en ese momento me aconsejó que tenia que ir al CRIS de Villena y allí me recibieron Estefanía y Mª José que me explicaron el funcionamiento de la Red Sanamente.

Pero a pesar de comenzar a acudir seguía con mis paranoias y tuve que ingresar en salud mental en el hospital de Elda esta vez.

Lo pasé mal porque tuvieron que ajustar todo el tratamiento farmacológico que tomaba desde hace mucho tiempo y muchas analíticas.

Me agarré de nuevo a mi fe y una prima me dio la dirección en Granada para visitar a Fray Leopoldo y allí que me fui con mi hermana. Estuvimos un día en un viaje bastante rápido, pero había merecido la pena.

Mi tratamiento ya estaba ajustado, mi psiquiatra me ayudó a superar el infierno que había sufrido.

Recibí una llamada de Rosario por si quería hacer un viaje con el centro (con el CRIS), aquello me alivió porque después de unos meses pensé que no se acordaban de mí.

¡Pero claro que se acordaban!

Una vida plena: gracias, gracias, gracias

Bueno, pues ya van tres años que llevo una vida muy normalizada, con el aliciente de acudir al centro a Villena y de encontrarme con todos los amigos que tengo y que para mí son muy importantes.

Finalmente quiero hacer algunos agradecimientos a los profesionales que se preocuparon por mí cuando más lo necesitaba.

Quiero agradecer a mi psiquiatra, la doctora Lobato por ser una excelente persona y una gran profesional.

A todos los profesionales de la Red Sanamente por acogerme y acompañarme en mi camino diario.

También quiero agradecer a mi familia, porque realmente han estado a mi lado en todo momento.

Y a los amigos que tengo que son muy importantes para mí.

GRACIAS, GRACIAS Y GRACIAS

Por apoyarme en esta vida de altibajos con dos subidas al cielo y dos caídas al infierno

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